viernes, febrero 18, 2011

Precio.



Cuando oí la voz asexuada de la muerte, solo cerré los ojos mientras el cuerpo hacía el resto de su parte.
-Conmigo estás seguro- me abrazó y me puso su pesado abrigo verde. No miré sus ojos ni sus intenciones, solo le respondí el abrazo con un beso, –tal vez no vuelvas esta noche- me dijo uno de los cuatro gusanos que posaban en su hombro, el que estaba a su lado lo golpeó pidiéndole silencio.
Eran las siete y pico, y pico, eran las siete, me tomó del cuello y me apuntó con su dedo índice, me grito, y amenazó con dejarme vivir para siempre, solo entonces el miedo me detuvo. No moriría jamás si no le miraba los ojos.
No me quedó más por hacer que mirarla, y conocí algo más que el escarlata de sus ojos. Nunca me quitó los ojos de encima, me dijo que si lo dejaba de hacer, yo ya no podría ver más mi reflejo. Jamás podría saber quién soy sino a través de los ojos pérfidos de la muerte.

1 comentario:

Pájaro Verde dijo...

el que nada sabe nada teme, la voz del paraíso es el desconocimiento mismo de la voz de la muerte

asi no mah

abrazo, shoro