No es más de lo que será, pero es lo que por estos momentos se transforma en un lápiz urgente o un pincel bajo la manga para escribir que no morirá la flor de la palabra.
Ella fui yo, de ahí la egocentría de cuatro días, esa que socavo las profundidades de lo aparente y lo especial, lo mortalizo en un chao insípido y antinatural como la constante de una tregua perdida en la ciudad de la alienación.
Probablemente se trate de otro fantasma, de otro asesino, de otros cómplices y del mismo lugar de los hechos; las mismas piedras de la cascada enajenada, en la Universidad de Concepción.
